Fraternidad y Solidaridad

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Luis Riveros


La ciudadanía está pasando por tiempos muy difíciles debido a la severa situación que impone la pandemia del COVID19. El encierro está causando estragos en la salud mental de todo el grupo familiar, y con ello alterando la calidad de la comunicación entre sus miembros y debilitando el necesario apoyo mutuo. Se ha suspendido la comunicación física con amigos y familiares, y se ha empezado a ver a todo contacto posible como un riesgo inminente de contagio, generando un ambiente de desconfianza que ha deteriorado el marco de convivencia. Estamos sometidos a una estricta cuarentena en casi todo el país, con autorizaciones sólo para efectuar mínimas tareas de aprovisionamiento o trámites indispensables, estando hasta limitados para adquirir una lista arbitraria de bienes llamados “no esenciales”. Hay horas tempranas que sirven para ejercicio, pero se excluyen los permisos que beneficiarían a los adultos mayores. A este cuadro se agrega la situación de los niños, muchos de los cuales no tienen ninguna actividad escolar porque tanto ellos como sus centros educativos no disponen de la adecuada tecnología. Los estudiantes universitarios siguen las clases sin conocer a sus compañeros, sin tener acceso a Escuelas y Facultades, y viviendo en un mundo en que un profesor “virtual” usa la tecnología para enseñar, dar indicaciones y efectuar evaluaciones. Se viven tiempos terribles de aislamiento y de gran incertidumbre acerca del futuro.

Los medios de comunicación hacen lo suyo. Usualmente, explorar lo malo que inevitablemente ocurre para difundirlo con buenas expectativas de rating y sponsors. En ese espíritu entrevistan a un sinnúmero de personas que usualmente allegan más incertidumbre al cuadro, todo ello bajo el singular y auto atribuido título de “expertos”. Se especula sobre la eficacia de las vacunas, insinuando que se está engañando a la gente acerca de la efectividad que ella tiene para aminorar los efectos del contagio. Varios han también mencionado la información de que hay escasez de vacunas, y con ello se trata de generar artificialmente un hilo informativo que ciertamente despertaría la inquietud ciudadana. Y por cierto, está la diaria especulación sobre “la última cama”. Estamos en días en que todos han tornado en epidemiólogos, y muchos opinan en la línea de que todo lo que se hace o dice por parte de la autoridad sería equivocado. Se discuten plazos y la eficacia de las estrategias, insinuando que todo fracasará si es que su opinión no es tomada en cuenta. Todo ello contribuye a incrementar la incertidumbre que viven las familias, con un mensaje que acongoja por la diseminación de dudas y cuestionamientos, sin asomo de brindar un espacio siquiera para la mirada positiva y alentadora en que necesita imbuirse el ciudadano medio.

Y los políticos, en pos de incrementar su capital electoral, hacen lo suyo para producir más desconfianza e incertidumbre en nuestra ya sufrida población. Se mencionan declaraciones, que no son más que “cuñas periodísticas” para atraer la atención, más no para proponer cosas que tiendan a mejorar la situación por la que estamos pasando. Se dice, por ejemplo, que se debe “mejorar la gobernanza de la pandemia”, lo cual constituye un convincente slogans, pero vacío de contenido, carente de un diagnóstico concreto y una propuesta de corrección. Se acusa que la autoridad emplea una estrategia equivocada, pero no se precisa las razones específicas para afirmarlo, dejando de lado la existencia de un Comité de Expertos, donde pesan las opiniones técnicas y científicas sobre la evolución y tratamiento de la pandemia. Se acusa a la autoridad de aquello que es en realidad una falla de nuestro modo de vida. En efecto, no acatamos las disposiciones y rompemos toda regla mínima necesaria para evitar mayores contagios: continúan la “fiestas clandestinas” y la circulación de personas contra las reglas prevalecientes. Los políticos deberían contribuir a inducir el cumplimiento de las reglas, para así acortar la extensión de este período de significativas restricciones. Por el contrario, en un sinfín de declaraciones, amenazas, desapego de la realidad que se vive con respecto a las angustias del chileno medio, se trata de transformar la grave incidencia de la pandemia en un capital político. El resultado es que unos y otros llevan a la ciudadanía a una cada vez mayor desconfianza y desaliento, poniendo en cuestionamiento hasta las disposiciones que debemos acatar.

La situación es difícil como nunca antes. Si no actuamos como un cuerpo social cohesionado, difícilmente podremos salir exitosamente del reto que nos ha impuesto el destino. A eso deben contribuir los medios de comunicación y los políticos, todos ellos, transformándose en medios de formación ciudadana, educando en fraternidad y solidaridad. Al final de este episodio tendremos espacio para evaluar y juzgar, no sólo las decisiones sino también los muchos injustificados cuestionamientos. Por ahora, hay que darse las manos y actuar como un cuerpo social cohesionado con una mirada de esperanza a la luz al final del túnel.


Prof. Luis A. Riveros 

europapress