Zoom y Blockchain

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Javier Fuenzalida

WhatsApp y Zoom ya son de uso común. El próximo paso ineludible debiera ser Bockchain. Este consiste en un sistema registral en que lo que se documenta en uno documento, simultáneamente se replica en otra gran cantidad de archivos. Por lo tanto, si alguien quisiera alterar unilateralmente los términos de una transacción, un contrato, una declaración u otros, tendría que alterar también los innumerables documentos que lo contienen pero que no sabemos cómo llegar a ellos. Un cambio en el contenido requiere, por lo tanto, la participación de las partes en los términos del documento. Podríamos denominarlo “Fe virtual” por analogía a los ministros de fe que son humanos.

Anteriormente, hace ya cuatro años (columna N° 802 del 2018) traté el tema, destacando que ya son varios los países en que está funcionando y que ha dejado obsoleto a sistemas registrales en papel, entre otros, los notarios, los conservadores de bienes raíces y demás organismos que dan fe y cuidan los registros. Estonia comenzó su blockchainización hace 20 años creando registros inviolables, individuales tales como registros de valores, de propiedad, patentes, contratos comerciales, laborales, judiciales, financieros, de seguridad social, salud, pensiones, etc. Partió en el 2000 estableciendo el acceso a internet como un derecho humano. En 2005 introdujo el voto electrónico, en 2014 la identidad digital (registro civil), en 2015 creación de empresas mediante e-resident y en 2018 las fichas médicas de la población. Le han seguido Finlandia, Azerbaiyán, Polonia y Austria. Las grandes bolsas de valores ya lo están implementando.

Este es posible gracias a los continuos avances de la informática, el internet de las cosas y la inteligencia artificial. El Covid, si algo positivo nos ha traído, es que nos hemos visto forzados a comunicarlos por medios virtuales como los WhatsApp, Zoom que permiten la participación simultánea de una gran número de personas.

Las autoridades del ejecutivo, del parlamento, de los tribunales y otros organismos estatales lo están utilizando para sus reuniones habituales, sesiones legislativas, vistas de causas en tribunales, la educación, y la telemedicina. Nadie ha dudado de su valor y eficacia, algo que antes de la pandemia habría sido resistido.

Siendo así, surge el próximo paso, la descentralización del estado. En pocos meses más debutarán los gobernadores regionales y sus asambleas y aunque aun no se ha definido claramente serán las atribuciones y facultades que el gobierno central les traspasará, como tampoco los recursos con que contarán.

Ni hay duda de que el nuevo esquema traerá un aumento en el flujo de comunicaciones entre autoridades locales y centrales, Zoom en todas las direcciones y a toda hora. Por lo mismo, la “zoomficación” y la blockchainización es la oportunidad para una descentralización geográfica del gobierno central.

Si los consejos de gabinete del presidente, o las sesiones parlamentarias, la administración de justicia e incluso las comunicaciones con autoridades extranjeras se hacen via Zoom entonces no hay razón alguna para que una parte importante del gabinete se descentralice y se establezcan donde estén más próximo a la ciudadanía.

Por ejemplo, mucho costó para que la subsecretaría de pesca estuviera en la costa y no en Santiago. Por lo mismo ¿Por qué el Ministerio de Minería no está donde se encuentran gran parte de las minas, en el norte del país? Lo mismo con el de Agricultura que debía estar en el medio del valle central. Recuérdese que la mitad del territorio nacional no es Santiago, sino que Puerto Montt, o Punta Arenas si se considera la antártica.

En el mismo orden de cosas ¿No, no podría el ministerio de Obras Públicas trasladarse a Concepción? O el ministerio de justicia a Talca, el ministerio de educación a Valdivia, el ministerio de la cultura a Valparaíso, el de salud a La Serena, la Corte Suprema en Temuco, y así, etc. Habría un impulso al desarrollo de las regiones y terminar con la mega zona metropolitana de Santiago que traga recursos como un dragón. El traslado del Congreso a Valparaíso fue un primer paso, y funciona. Pero no se han dado los que siguen. Nótese que los medios virtuales no demandarán más burocracia sino menos. Las teleconferencias, internet, WhatsApp, los zoom y el blockchain hará su parte.

Me temo que esta proposición no será bienvenida por la política y la burocracia, pero es una incitación a que el mundo académico la examine con detención.


Javier Fuenzalida A.

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