¿Universidad para todos?

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Luis Riveros (columnista)


Junto con el nuevo año, se revive un debate que los chilenos practicamos cada vez y que se refiere a la aplicación de pruebas de selección para el ingreso a la universidad. El tema es siempre atractivo, y muchos movimientos políticos lo utilizan para reseñar lo adecuado de sus postulados o alentar los postulados que otros llevan como bandera emblemática. “Universidad para todos” ha sido siempre un lema político atractivo, por lo menos desde fines de la década del sesenta cuando se crea un movimiento ad hoc auspiciado por grupos de izquierda. Medio siglo más tarde un grupo de jóvenes revive este postulado, alegando que las condiciones para postular en igualdad de condiciones a la universidad no existen verdaderamente. Y por ello sostienen que debe eliminarse las pruebas de selección, porque ellas muestran esa desigualdad incubada, ciertamente, en los 12 o 14 años previos de educación que estos jóvenes han adquirido. Curioso planteamiento: equivale a decir que hay que eliminar los termómetros, porque pueden acusar la presencia de una enfermedad. No se habla de curar la enfermedad, sino que de desterrar los síntomas.

La educación básica y media (y debemos también agregar de manera destacada a la crucial educación preescolar) abriga severas discriminaciones formativas: los más pobres reciben una peor educación. Así lo revelan, por ejemplo, los resultados de pruebas estandarizadas que año a año muestran a los colegios municipales muy por debajo de los privados y los subvencionados. Y todos los años se lamenta públicamente esta situación, aunque nunca se ha reaccionado proactivamente en orden a igualar condiciones formativas de los distintos grupos socio económicos. Ello requeriría una profunda reforma educacional, en realidad un verdadera revolución educativa con mirada de largo plazo, abarcando problemas de currículo, contenidos, metodologías, formación pedagógica y recursos de apoyos. Se han hecho muchas cosas en estos aspectos, particularmente en inversión, infraestructura, equipamiento, pero todo ello ha sido insuficiente, puesto que los resultados así lo revelan. Esta es la enfermedad, que el “termómetro” llamado PAA, PSU o PTU, no podrá nunca solucionar en ausencia de una política integral de reforma al sistema con mirada de largo plazo-

Las universidades deben ser selectivas, puesto que requieren condiciones adecuadas para desarrollar la formación de profesionales competentes, además de llevar a cabo sus tareas de investigación y vinculación con el medio. Por esa razón las universidades necesitan contar con un instrumento que permita jerarquizar adecuadamente las competencias de sus postulantes, para así garantizar efectivamente calidad formativa. Si no lo hacen, están engañando a todos sus estudiantes, porque no estarán recibiendo la mejor formación posible, cosa hoy día indispensable porque nuestras universidades compiten también con las del resto del mundo. Además, si no cumplen con esos criterios de calidad, corren el riesgo de no ser acreditadas y perder la jerarquía atribuible a su trayectoria y personal académico, además de la calidad de sus estudiantes, base fundamental para sus programas de posgrado y postítulo.

Es entendible que jóvenes que aún no completan su formación, estén disconformes con una situación que en verdad no conocen en cuanto al rol y trascendencia de la formación universitaria. En ellos es entendible que repitan slogans y propuestas que han sido continuos en el tiempo, pero que desconocen el origen real de los resultados que se observan. Lo que no es aceptable es que grupos o personas estén instigando este tipo de alegatos, que repiten aquellos que marcaron otras épocas. Tampoco es aceptable que esta propuesta se transforme en un impedimento de fuerza para que la mayoría de los estudiantes puedan rendir adecuadamente las pruebas que han elegido rendir. En realidad, el reto debe dirigirse a quienes han debido tomar medidas para superar la situación de calidad de nuestra educación general y no lo han hecho. Han permanecido silentes frente a esta propuesta, como también lo han sido a lo largo de las últimas décadas en cuanto a construir un sistema educacional más equitativo y de calidad. El puro lamento “sobre la leche derramada” es insuficiente y los jóvenes no pueden seguir siendo manipulados sobre la base de resultados que auspicia la propia inacción de los actores relevantes.


Prof. Luis A. Riveros 

europapress