Propagando con el mal ejemplo

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Luis Riveros (columnista)Ya nos ha llegado el tan temido rebrote del COVID19, cumpliéndose así el mismo ritmo que esta infección ha desarrollado en otros países. Con ello se retrocede en una serie de aspectos relativos a la recuperación económica que se venía insinuando en los últimos meses. Infortunadamente, el protagonista esencial del efecto económico negativo será el sector servicios, especialmente el de pequeñas y medianas empresas y el turismo. Los grandes proyectos en marcha, como es el caso de las iniciativas propiciadas por el MOP, posiblemente seguirán adelante y ello permitirá no decaer en los logros que se estaban observando en materia de ocupación. Lo mismo en el caso de la producción minera y agrícola; pero el problema radicará nuevamente en las ciudades. Otro factor negativo de esta recaída que estamos experimentando, es el tema educacional, ya que los esfuerzos que se estaban propiciando para un retorno a actividad presencial, se verán discontinuados en gran medida. Hay ahora una creciente sensación de temor en la población, y nadie estaría dispuestos a arriesgar más de lo necesario para enfrentar las nuevas restricciones que se imponen.

Pero ese temor aparece como algo nuevo en medio de un escenario reciente en que como sociedad hemos adoptado una actitud de gran relajo. Las conductas privadas, especialmente fiestas clandestinas y celebraciones de todo tipo, no autorizadas pero si muy activamente comercializadas, han puesto el tono de abierta trasgresión a las prohibiciones y prevenciones establecidas. Nos dimos el lujo de realizar dos actos electorales para decidir sobre asuntos políticos importantes, pero olvidando las nociones básicas del autocuidado y de las necesarias restricciones que habían de envolver los eventos masivos. Esto sobretodo con respecto al plebiscito que convocó a alrededor de 7 millones de personas a lo largo de todo el país Entonces no nos preocupó, y la misma autoridad sanitaria dio señales de abierto respaldo a la realización de estos actos. Todo eso generó tal imagen de “normalidad” que por ello los centros comerciales estuvieron más tarde atiborrados de consumidores, todos ejerciendo cuidados muy poco restrictivos y acordes con la amenazante realidad del rebrote. O sea, las señales que ha leído el ciudadano promedio son, por decir lo menos, muy optimistas en medio de una seria amenaza que ahora parece desatarse. ¡Si hasta el propio Presidente del a República ha dado una señal de relajo al aparecer públicamente sin usar mascarilla!

No estuvieron ausentes de esa recuperación de la “normalidad” que ha buscado incesantemente el país, las múltiples manifestaciones que han envuelto a cientos, quizás miles, de personas en las distintas ciudades a lo largo del país. Por cierto en tales actos no ha existido ninguna verdadera restricción consistente con el necesario autocuidado y para evitar la propagación por la vía de sus participantes. O sea, parece que la ansiedad por un retorno a la normalidad ha sido el factor importante para propiciar todo tipo de acciones por contradictorias que ellas sean con la necesidad de controlar el brote infeccioso. Todo esto sin siquiera mencionar el activo ingreso de inmigrantes en el norte del país, que aparentemente ha tenido pleno apoyo material por parte de la autoridad. Esa sensación de liberalidad abierta, transgrediendo las normas sanitarias vigentes, lo revela el hecho de que la mayor cantidad de infectados sean personas jóvenes, que ciertamente propagan el mal hacia grupos etáreos de mayor riesgo.

El ciudadano medio tendrá ahora que restringirse en un período en que deseaba disfrutar de mayor libertad. Deberá coartar las celebraciones de fin de año, y posiblemente deba también limitar el período de descanso estival, tan necesario después de un año tan estresante. Este ciudadano, que recibe muchas opiniones en torno a que todo esto no es más que un simulacro montado a nivel global, se encuentra desorientado y es víctima del comportamiento que los transgresores han ejercido vulnerando el necesario acuerdo social para enfrentar la calamidad. En realidad, el problema del ciudadano medio se asocia menos a las reglas vigentes y mucho más hacia el mal ejemplo que viene de muchos mundos y personas, pero que han llevado a esta situación de calamidad que se repite y prolonga.


Prof. Luis A. Riveros

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