Crisis de representatividad

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Luis Riveros (columnista)


La crisis de representatividad que envuelve al hacer político es uno de los aspectos más delicados y negativos de la actual realidad chilena. Una crisis que se representa por los reclamos de muchos actores en orden a reemplazar ipso facto al Presidente de la República y al Parlamento, como una manera de dar curso a los reclamos sociales sobre estos dos Poderes del Estado. Y son también personajes relevantes los que piden este tipo de proceder contrario a la Constitución y atentatorio contra el propio sistema democrático. En efecto, se puede estar muy desencantado con la conducta del Presidente dela República y del Congreso Nacional frente a diversos hechos que para la ciudadanía son decisivos, pero eso no puede abrigar el intento de “tirar el mantel” y echar por la borda toda la institucionalidad con la que debe funcionar el país. Ad portas de una Convención Constitucional que abordará el estudio de una nueva Carta Fundamental para Chile, parece poco propicio que se intente destronar a dos Poderes del Estado, por muy ciertas y claras las decepciones y contradicciones que han implicado su actuar reciente. Malo sería que la discusión Constitucional que comienza, se vea empañada en su partida con una negación de la democracia y de los compromisos éticos que ella envuelve. Especialmente cuando son actores políticos los que impulsan estas ideas, siendo ellos los actores determinantes en la nominación de la Convención Constitucional ante la virtual exclusión de los independientes.

Pero ya nos hemos acostumbrado los chilenos a una democracia defectuosa, como lo prueban Mandatarios y Parlamentarios electos con una tasa de participación ciudadana muy poco significativa. Pero más allá de eso, parecen estar este tipo de resultados en la base misma de nuestro ADN político: sin ir más lejos, muchos sindicatos y asociaciones gremiales relevantes se eligen con discutibles procedimientos y con muy poco significativas tasas de participación. También es el caso de los propios partidos políticos, cuya membresía es, por decir lo menos, irrelevante. Pero todas estas entidades eligen directivas a menudo con debatibles procederes, y se arrogan el derecho de representar en su totalidad las ideas y principios de toda una amplia comunidad de personas. En el caso de muchas asociaciones gremiales, las directivas son una cúpula verdaderamente minoritaria, atribuyéndose la representación de un todo que incluye a los que no son miembros de la instancia Frente a los retos presentes en orden a profundizar la democracia para hacerla más representativa, es importante que se tome conciencia de este problema básico de representatividad y mal uso de la misma.

La Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile se ha destacado recientemente como un caso de poca representatividad y lesión profunda a las reglas democráticas. Hace más de un año, y por vez primera en su historia, el quorum de la votación fue insuficiente para elegir una nueva directiva de la FECH. Recientemente, una nueva convocatoria a elección, formulada por un grupo directivo que quedó a cargo de la transición durante un año, obtuvo una aún menor participación, lo cual llevó a la necesidad de declarar a la FECH en reorganización, proceso aparentemente no muy bien definido en sus Estatutos. Entonces la misma directiva que estuvo a cargo de la primera transición iniciada el año 2019, ha seguido a cargo de esta nueva transición que comienza el 2020, sin un proyecto definido para normalizar el curso de la entidad. Sorprendentemente, hay recursos financieros que debe manejar esta directiva “transitoria” que al parecer seguirá a cargo de la entidad después del segundo intento por elegir una directiva. Pero esta directiva, que en realidad no ha sido elegida como tal en ninguna instancia democrática, está enfrentada al reto de “refundar” la FECH, aún sin un proyecto conocido sobre la materia.

En el pasado se decía que lo que acontecía en las elecciones de la FECH, actuaba como un buen predictor respecto al curso político del país. La actual situación da precisamente espacio para esta creencia, por el nivel de anarquía institucional, la nula representatividad de la directiva y el visible tedio de la población electora. En el país, los mecanismos democráticos han servido mucho para hacer juegos de palabra en muchos discursos, y para tratar de convencer de que efectivamente importa la opinión de todos. Sin embargo, hay una crisis de representatividad a todo nivel, y por ello las nuevas generaciones parecen concebir a la democracia aún de una manera más instrumental de lo que ha sido hasta ahora severamente condenado. No habrá manera de rescatar la necesaria estabilidad institucional que necesita Chile, sin restablecer las bases de credibilidad, orden político y acatamiento social que requieren las reglas democráticas.


Prof. Luis A. Riveros

europapress