Consecuencias, efectos y temores de una pandemia desconocida

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Juan David Quijano (Columnista)

Todos hemos sido testigos de algunos de los efectos devastadores que está teniendo el Covid-19, comenzando por los cientos de miles de personas que han perdido sus vidas por causa de esta enfermedad, seguido de los millones de contagiados a nivel mundial y del colapso de los servicios médicos en muchos países, además del desplome económico de algunas economías, de la caída en los precios de las materias primas, de la interrupción de las cadenas de producción, de la disminución en la demanda de muchos bienes y servicios, de la fuga de capitales y disminución de la inversión, etc.

Sin duda todo esto genera incertidumbre y temor en la mayoría de las personas, que ven cómo sus vidas han experimentado un drástico cambio que no imaginaban hasta hace muy poco tiempo, que han visto derrumbarse sueños y aspiraciones, que quizás han debido afrontar la pérdida de años de esfuerzo o lo que es peor, la pérdida de un ser amado.

En la Biblia y especialmente en el Antiguo Testamento son numerosas las historias de aflicción y liberación que experimentó el pueblo de Israel por la mano de Dios.

En el Salmo 18:2, el rey David alaba a Dios por haberle librado de sus enemigos y de quienes acechaban su vida y dice: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio”.

En este breve párrafo, David entrega una gran descripción de algunas características de Dios: 1) Roca, 2) Libertador, 3) Fortaleza. 4) Escudo, 5) Fuerza, 6) Salvación y 7) Alto Refugio.

Todas esas características que forman parte del carácter y del amor de Dios, nos hablan del cuidado que Él tiene sobre sus hijos y de su poder para librarnos de cualquier mal.

Posteriormente, en el capítulo 8 del libro de 1ª de Reyes, el Rey Salomón (hijo de David), al terminar la construcción del templo, lo dedica a Dios y le pide que si el cielo se cierra y no llueve, o si en el país hay hambre a causa de la sequía o de las plagas, o si los enemigos rodean las ciudades, o por cualquier calamidad o enfermedad, Él escuche desde el cielo y perdone a cada uno según su conducta. Al leer esto, me sorprendió la similitud de la realidad que hemos vivido en nuestro país el último tiempo, partiendo por la sequía que afecta a la zona central hace más de una década, seguido de esta plaga o pandemia, desórdenes en nuestras ciudades, enfermedades, hambre y otras cosas más.

Por eso, hoy y siempre debemos poner nuestra esperanza en Dios, ya que como dice el Salmo 34: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” y es el propio Señor Jesús que en el evangelio de Juan nos dice: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

Por eso, una vez más les insto a poner toda su confianza en el Señor y si aún no le han entregado sus corazones, les invito a hacerlo por medio de una simple, pero sincera oración, donde con sus propias palabras le digan: “Señor Jesús reconozco que he pecado y que te he ofendido muchas veces y de muchas maneras, por eso vengo a ti en busca de tu perdón, te entrego mi vida y te pido que entres a mi corazón y me hagas una nueva persona y me recibas como tu hijo y me enseñes a caminar contigo y ser luz para mi familia y para los que me rodean, amén”.


Juan David Quijano

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