Directorio y Coronavirus

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Harald Ruckle

 Cada empresa es única. Cualquier compañía o institución, siendo organismos sociales compuestos por seres humanos únicos, siempre ha sido, es y será distintiva. Con la pandemia, emitir recetas para el actuar de los directorios enfrentados a una crisis significante, sería arrogarse un conocimiento que no existe. Solo discerniremos los conceptos de un buen gobierno corporativo que frente a las actuales urgencias y emergencias empresariales ayudan al desempeño de un directorio.


El modo remoto, aplicado por la mayoría de las mesas directivas, nos obliga (¿por fin?) a tener sesiones eficientes y eficaces. Prepararse bien, por parte de todos los participantes, antes de la sesión, para no perder tiempo en mirar estadísticas. Poner en la cabeza de la tabla los temas más relevantes. Claro, hoy en día es caja, caja y caja.


Hay otra “caja” de la que conviene salirse para pensar fuera de ella. ¿Qué oportunidades nos presenta la crisis para re-emerger fortalecidos? Ya es innegable que el futuro es impredecible. Estamos aprendiendo a la fuerza a tomar decisiones bajo una incertidumbre sin precedentes. Este rigoroso y doloroso ejercicio mental se convertirá en una importante habilidad post-corona.


Lo anterior refuerza la idea de la beneficiosa diversidad de los miembros de un directorio. Necesitamos hoy más que nunca distintos perfiles en la mesa. Tener las perspectivas de los pesimistas y optimistas, los corto-placistas y los futuristas, los detallistas y los del “big picture”, los controladores y los creativos. Prudencia clásica y oportunismo innovador.


La pregunta de mayor profundidad sigue vigente. ¿Para quién trabaja el directorio? ¿A quién se deben los directores? La respuesta corta es: a la empresa. Los directores son agentes de la compañía. El interés societario está por encima del interés de los accionistas. ¿Suena utópico, fantasioso, hasta ilegitimo? Para no enfrascarnos en una discusión académica, aquí subrayamos los aspectos pragmáticos de tal orientación. Puede haber una multiplicidad de intereses entre los accionistas, que para empezar, en muchos casos son difíciles de conocer. Es más práctico de pensar que es lo mejor para la compañía. A veces las actitudes de los accionistas puedan ser hasta dañinos, a mayor plazo, para ellos mismos; es cosa de observar la ola de ventas y las bajas en las bolsas de comercio. Es la empresa la que tiene que sobrevivir, para el bien de todos los stakeholders, desde luego incluyendo a los dueños.


Hablando de los stakeholders. Una empresa tiene el propósito de satisfacer las necesidades de sus principales grupos de interés e influencia. Hoy, a pesar de, o justo por, las apremiantes prioridades de corto plazo, recordemos la importancia de los clientes, los proveedores, la opinión pública y sobre todo, el compromiso con los colaboradores. En la medida de lo posible, debemos proteger los recursos claves de la empresa, sus talentos, sus redes, sus conocimientos y su cultura.


En el escenario actual, hay ciertos aspectos del comportamiento directivo que conviene que sea distinto al habitual. El conocido y necesario balance entre colaborar y desafiar al gerente general se inclina hacia el primero. Apoyar y empoderar al líder del directorio. Tolerar errores, y corregirlos rápidamente sin polémicas. Eliminar las inútiles peleas chicas.  Seguramente primará un mayor énfasis en una ágil ejecución de lo básico, lo vital.


Mantener a raya nuestro ego. Somos el equivalente (humilde) de un comité clínico, buscando el tratamiento y la vacuna para nuestro paciente corporativo. Es el momento para fortalecer las confianzas mutuas entre los directores, y con el entorno interno y externo. Tanta falta hace a nuestra sociedad y nuestro país el confiar.



Harald Ruckle, Chartered Director del Institute of Directors UK

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