Volver a los 42

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Javier Fuenzalida A


No se trata de Violeta Parra, sino anterior. Circula una proposición para permitir que el Banco Central compre bonos emitidos por el Estado. Con estos falsos recursos se podrían financiar los programas urgentes originado por el estallido social de octubre pasado y por la Coronavirus.

Da la casualidad coincidente con una amarga fecha. Durante la segunda presidencia de Carlos Ibáñez, el 2 y 3 de Abril de 1957 se produjo un violento estallido social que lo enfrentó con una declaración de estado de sitio. Las cosas han cambiado y ningún político se atreve a recurrir a esas facultades, peor, es más fácil crear condiciones para provocar un posible estallido monetario.

El 21 de Junio de 1942 se promulgó la ley 7200 que otorgó facultades extraordinarias al presidente Juan Antonio Ríos. Su artículo 15° que hoy algunos gasfíter proponen resucitar, fue derogado por el artículo 60 del DL 1078 de 1975 sobre las autoridades monetarias. Posteriormente, en 1989, cuando se dictó la nueva ley del Banco Central, le quedó expresamente prohibido otorgar créditos al fisco (Art. 27).

¿De qué se trata?

El ejecutivo podía emitir documentos de créditos, letras de cambio, con vencimiento a seis meses plazo, que se rescatarían al momento en que recaudara los aumentos de impuestos que para tal efecto se creaba. Así, se financiaba un déficit transitorio. El Banco Central al comprar las letras emitía el dinero necesario. Por tratarse de corto plazo, no tendría un efecto inflacionista, ya que al vencimiento el fisco pagaría y el dinero así retornaría a los hornos del Banco Central para incinerarlo, disminuyendo el dinero circulante que había emitido.

En esa época estaba en su apogeo la antigua “Real Bill Doctrine” que respaldaba los créditos de fomento, expansión monetaria con fines productivos. Mas dinero, mas producción, estabilidad monetaria. El huevo de Colón.

Esta teoría era compartía por quienes sostenían que la inflación no era un problema monetario. Entre otros, en 1930 el ex ministro de hacienda y senador Enrique Zañartu, apodado “papelito Zañartu”, en 1941 el ex ministro de hacienda de Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y Carlos Ibáñez, Guillermo del Pedregal; la Cepal que sostenía que la inflación era un problema estructural. Algunos de sus economistas, Vuskovic, Ahumada y otros, sostenían que la inflación se producía por la continua alza de los precios de los productos agrícolas. La reforma agraria que predicaban acabaría con ella. Aníbal Pinto Santa Cruz, afirmaba que la inflación era causada por los permanentes y crecientes déficit fiscal. Aumentar los impuestos era la solución.

Pocos sostenían la teoría que su rigen era monetario producida por el estado. Entre otros Guillermo Subercaseaux, primer presidente del Banco Central y el senador Héctor Rodríguez de la Sotta y los economistas de la Universidad Católica.

El mecanismo era bastante simple. Al vencimiento del pagaré, seis meses más tarde, fisco no pagaba la deuda. Hasta el día de hoy es frecuente la mala práctica de algunos países de no pagar la deuda pública. El caso de Argentina es dramático. Lleva décadas sin pagarla. El fisco no paga porque gastaba el dinero en otras cosas, o los aumentos de impuestos no rinden lo que se pretende. Así estos créditos de corto plazo se irían acumulando crecientemente en el activo del Banco Central hasta que un día hicieran ¡Plop! tal como ha ocurrido muchas veces desde la antigüedad en que países como la China en el siglo XIII que sucumbieron bajo una hiperinflaciones. Venezuela la tenemos a la vista.

Nuestros políticos a fin de prevenir un colapso de tal magnitud esconden una trampita muy ingeniosa. El fisco emite un pagaré de largo plazo, a 3, 5, 10 o 15 años con una tasa nominal de interés de 1 % y que el Banco Central compra. Con este dinero el fisco rescata todas las letras de corto plazo vencidas e impagas. Una operación en monetariamente neutra. Es la reconversión de la deuda pública.

Así, ahora que el fisco vuelve a ser sujeto de crédito, podrá dar una nueva pedaleada y reiniciar la emisión de letras de cambio a seis meses plazo.

La acumulación de activos basura de largo plazo en el Banco Central debería haber alcanzado cifras siderales. Error. Se licuaban en forma automática, por cuanto su valor era valores nominal. No existía ni el reajuste ni la UF y como la inflación promedio era en torno al 30 % anual (llegó a 78 % en 1956), el valor real llegaba a cero antes de tres años. Además, esta deuda pública devengaba un interés nominal de 1 % o real negativa de cerca de -30 %. Impecable, Moya pagaba sin ser deudor, porque el dinero desvalorizado reducía el valor real de los bienes y de las remuneraciones nominales. Los chilenos nos empobrecíamos, pero para dar la sensación de que no había tal, se dictaban generosas leyes de aumento nominales de remuneraciones. Silva Espejo el director de El Mercurio sostenía continuamente que la inflación se producía por la espiral salarios-precios sin entender el proceso que generaba.

El Tesorero General de la República era legalmente responsable por estas operaciones. Nunca hubo alguno que estuviera en la cárcel ni menos los gobernantes y parlamentarios que causaban esa debacle. Siempre había una embajada disponible para refugiarse.

Recuerden que Chile era un país muy pobre, con un ingreso per capita del orden de us $ 500, la economía crecía a una tasa real promedio 2 a 2,5 % anual. La Cepal estructuralista predicaba el modelo de sustitución de importaciones mediante la industrialización, eliminando la dependencia en los recursos naturales. Entonces fabricábamos automóviles en Casablanca y Arica. Fabricábamos televisores en Arica; Invasa producía whisky en su fábrica de cecinas de Talagante y Seagers hacía otro tanto con el gin en Vicuña Mackenna. El gobierno quiso fabricar tractores “Corfiat” en Rancagua y aviones “Fanaero”. Nunca se produjo siquiera uno. La reforma agraria expropió cerca de 6.000 predios agrícolas y la tierra debía ser para quien la trabaja, así aumentaría la productividad. Ningún campesino recibió jamás un título de propiedad.

¿Es ese el Chile que queremos cuando se imponga la obligación del Banco Central de comprar bonos fiscales? ¿Se acuerdan de los chiribonos que quiso emitir el presidente Eduardo Frei Montalva? Esto sería como un moderno coronavid. Mejor volver a los 17 como era la canción de Violeta Parra y no al 42 como es la canción de algunos políticos andan cantando en medio de la pandemia.


Javier Fuenzalida A.

europapress