El vaso medio lleno

|

Luis Riveros (columnista)


Enfrentamos una verdadera catástrofe, la cual amenaza seriamente nuestra existencia y la calidad de vida futura en sociedad. Junto con ella, muchas cosas han llegado para quedarse, puesto que lo que estamos obligadamente practicando nos hará más desconfiados de los demás, y más temerosos sobre el futuro. Eso significará la necesidad de reenfocar nuestra educación hacia la formación de actitudes que contribuyan al mejor vivir en sociedad, instancia que podemos aprovechar para restituir la formación ciudadana que tanto se echó de menos en los últimos meses. La etapa pos-pandemia estará fuertemente marcada por estos desarrollos y la profunda crisis económica y social en que ella nos ha sumido conjuntamente con las protestas que han destruido mucho capital y también las confianzas. A lo mejor, si encausamos bien los resultados de esta crisis, podremos conseguir una sociedad más colaborativa, más generosa, más tolerante y más comprensiva del crucial rol del “nosotros” en lugar de solamente “yo”.

Hay que mirar el medio vaso lleno, el lado positivo de lo que nos está ocurriendo, esto es el legado positivo del aprendizaje que nos ha permitido la pandemia. Producto de las condiciones que enfrentamos, la educación está sufriendo una profunda transformación. No sólo las universidades, sino también toda la educación superior y parte de la educación escolar, están migrando hacia formatos on line, que será de alguna manera el modus operandi del futuro, con tecnologías aún mejores y una cultura tecnológica expandida. Las universidades han estado haciendo un serio esfuerzo de inversión y preparación para adaptar su docencia a metodologías a distancia. Incluso se ha generado consorcios de instituciones, algo inédito en la realidad de poca colaboración, para provocar avances mayores. La inversión en tecnología no es menor, porque necesita de mejores equipos y del acceso a plataformas útiles al desarrollo del proceso educativo. Ha significado fortalecer, en muchos casos, las oficinas o direcciones de tecnología, las cuales han pasado a ocupar un lugar mucho más protagónico que su simple papel de apoyo a la realización de la actividad académica. Pero una segunda inversión, menos tangible, se refiere al aprendizaje del personal académico que necesita acceder al uso de esta tecnología. Se trata de un esfuerzo intenso que no sólo se reduce a conocer la operatoria de una determinada plataforma, sino también a una total readecuación de la docencia tradicional a la nueva modalidad. O sea, hay que adaptar programas, contenidos y enfoques, además de innovar en los métodos de evaluación. Esto requiere también dimensionar de otra manera la entrega formativa en el aula virtual, requiriendo enfatizar aspectos que a veces no tenían el mismo peso en la clase presencial. Todo esto, en suma, ha sido un giro importante que ha llegado para quedarse, ayudando a romper con la desconfianza que siempre prevaleció respecto a la docencia virtual.

Las grandes universidades del mundo han migrado hacia la virtualidad como resultado de esta pandemia. Harvard, el TEC de Monterrey, la Universidad de Salamanca, por ejemplo, son ahora 100% virtuales en su hacer académico y de investigación. Seguramente, superada esta crisis, parte importante de este esfuerzo subsistirá, y llevará a delante un proceso formativo distinto que evolucionará en la línea de la comunicación a distancia. Por eso no se puede menospreciar lo que ha estado haciendo la universidad chilena, que además está atendiendo las falencias de muchos estudiantes que no tienen acceso pleno a internet o a equipos adecuados. Los críticos enfatizan solamente las múltiples falencias que existen y las fallas naturales en el proceso de adaptar el hacer académico al nuevo método de enseñanza. Pero está ocurriendo exitosamente, con los problemas esperables y la lentitud que puede envolver un proceso tan complejo. A los que les gusta mirar el medio vaso vacío, es importante decirles que pongan atención porque el proceso está yendo adelante y se está instalando como una forma permanente de modernización formativa. 


Prof. Luis A. Riveros

europapress