Siete Plagas

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Luis Riveros (columnista)


Sobre Chile se ha desencadenado un conjunto de eventos catastróficos, los cuales están afectando seriamente su desenvolvimiento en lo presente y afectando su futuro, especialmente en el campo económico. No obstante, lo que podríamos llamar las “siete plagas” que han atacado a Chile en diversas dimensiones y con distintas intensidades, tienen también manifestación en todos los ámbitos de la vida nacional, incluyendo por cierto el social y político. Estas siete plagas son en su mayoría eventos sobre los cuales nos cabe poca o ninguna posibilidad de control absoluto, y es solamente el tratar con las consecuencias el tema al que hemos tenido que abocarnos con un generalmente deficitario resultado. El primer estrago, que ha venido en desarrollo desde hace bastantes meses, es la llamada guerra comercial entre China y los EE.UU, la cual ha afectado notoriamente nuestro comercio, especialmente por la vía del precio del cobre, alterado también por las decisiones productivas tomadas por China que llevaron a una recomposición de la producción y a la disminución de las presiones sobre la demanda agregada. Por cierto, resultados negativos de estos desarrollos han sido en lo productivo y en el campo del empleo. Un segundo evento negativo ha sido la también “guerra” desatada hace poco entre Rusia y los países árabes y que ha llevado al colapso en el precio del petróleo y con ello, al deterioro finanzas mundiales, mercado accionario incluido. Un tercer flagelo para Chile, ha sido la sequía que el país viene arrastrando hace ya tiempo, y que ha significado el deterioro de la actividad ganadera y agrícola en varias regiones del país. Un cuarto azote, y esto ya en lo interno, ha sido la oleada de protestas que se ha calificado como “estallido” y que obedece a una serie de diversos factores, probablemente encabezado en un inicio por el aspecto social y el reclamo por la postergación en materia de ingresos y el déficit de políticas sociales. Por cierto a este estallido social se ha agregado el reclamo por las fallas del sistema político, el desprestigio de los Poderes del Estado, y la corrupción no debidamente penalizada, todo lo cual no ha excluido un “estallido” ligado a lo delictual y al rol de un lumpen activo y mayormente incontrolado. Ciertamente el coronavirus es el episodio más reciente, constituido también en una calamidad que ha afectado la vida del país (y de muchos países) de manera catastrófica, con un innegable impacto en lo productivo, en el ámbito del comercio y en el verdadero colapso que está induciendo en el mundo de las finanzas y la inversión. Las muertes y la alteración grave de la vida social y la calidad de vida de muchos grupos, han sido en muchos países la consecuencia más evidente de esta pandemia que todavía escapa a un efectivo control. Pero otro sexto flagelo ha sido en sí misma la ineficacia de nuestros políticos y la poca solvencia para inducir políticas que ataquen y solucionen los problemas de manera efectiva y eficiente. Sabemos del poco prestigio de políticos e instituciones políticas en la opinión ciudadana. Pero, además de eso, el gobierno ha actuado sin decisión ni claridad frente al desarrollo de una violencia organizada, ha actuado en forma errática frente a la crisis sanitaria, mientras que el Parlamento ha dejado dormir proyectos esenciales para atender muchas urgentes demandas sociales; el caso de la reforma de pensiones es emblemático sobre el abandono inducido por desatención y foco equivocado del accionar político. Si todas esas seis “plagas” mencionadas han constituido en nuestro país una situación calamitosa, que hace que muchos lo vean “cayéndose a pedazos”, hay todavía una séptima calamidad que ha resultado ser casi transversal a todas las demás. Se trata de nuestro egoísmo como sociedad, que alienta el olvido del bien común y que fomenta el enfrentamiento y la violencia como única forma de inducir discusión y decisiones. Un egoísmo que nos lleva a posponer todo lo que concierne a los demás, como irrelevante o indeseable, y que es la causa que conduce al reclamo por poca dignidad en nuestra vida social. Un egoísmo que se ha generado, como tantos otros males, por medio de la decadencia de nuestra educación y del esfuerzo formativo de personas para la sociedad que se aspira a cosntruir: humana y solidaria.

Siete plagas que se han sucedido y que están devorando nuestro futuro, desgastando nuestra tolerancia, destruyendo nuestras vidas. Es imprescindible que el accionar de quienes nos dirigen se encamine a restaurar un camino de construcción de futuro sobre bases sólidas, y que logre al menos controlar el efecto nocivo de los trastornos que estamos sufriendo.


Prof. Luis A. Riveros

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