Inicio del año escolar

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Luis Riveros (columnista)


¡Se abría el espacio y el tiempo para buscar nuevas verdades! Bajo la guía del maestro, los alumnos ingresaban al año escolar o año académico en la acariciada aspiración de mejorar, de llenar los vacíos en los convencimientos y prácticas propias. Era el inicio del año escolar visto como la puerta que se abría a la convivencia con otros y otras, en la búsqueda del perfeccionamiento y de la información que precisamos para seguir adelante en la vida, para mejorar nuestras perspectivas de éxito en la misma. Se abría la puerta al descubrimiento y al diálogo. En la medida en que se iba haciendo más complejo el mundo del acceso y manejo de la información, los retos para la educación se iban haciendo también mucho más complejos y difíciles de enfrentar. Pero la educación fue también madurando, cambiando en sus metodologías y disposición de apoyo tecnológico, al menos eso ocurría en las instituciones en la vanguardia, lejos de la desprotegida educación a la que accedían los más pobres y la clase media. A veces este proceso de modernización ha funcionado lentamente, y muchas veces ha sido denunciado como un proceso inexistente, dejando a la educación sólo con sus elementos tradicionales, poco habilitantes, que además descuidan el debido proceso de socialización y formación valórica y ciudadana. Esto depende mucho de los profesores y su formación, para que miren el amplio horizonte que enfrentan como retos para sus alumnos que sueñan poder realizarse en la vida, aspiran a ser mejores, precisan de ese salto social que la educación debe proveer.

Todo eso en el terreno tradicional de la apertura de los años escolares y académicos. Poco que ver con lo que nos sucede en los días que corren, en que desde el primer día de clases los adultos, incluyendo a muchos profesores, incentivan protestas violentas desarrolladas por muchos jóvenes que son manipulados para expresar así sus naturales ansias y frustraciones. Nada en la libre expresión y la protesta, pero el manejo que grupos de interés político hacen de estas expresiones del idealismo juvenil, parece totalmente reprochable. Incluso se ha visto a niños envueltos en esas “protestas” sin que esté claro cuánto comprenden de lo que se está diciendo y a lo que se está aspirando. Mejor sería dejarlo para el aula, para la conversación con el maestro y los otros estudiantes, en un ambiente que fomente el respeto y la tolerancia, en que se transparente las ilusiones y las realidades, y se deje de lado la violencia y el odio de unos contra otros. Lo mismo en el caso de las universidades, cuando grupos que son usualmente una clara minoría se apropian del nombre de las organizaciones estudiantiles para propiciar desorden, protesta y hasta vandalismo en los propios campus donde debiera solamente residir la inteligencia y la visión tolerante. La protesta violenta basada en consignas y auspiciada por grupos minoritarios no puede arrogarse el derecho de representar lo que es y quiere el joven estudiante, ni mucho menos el niño que empieza a edificar su vida con esperanza de ser mejores. Ciertamente el cultivo de esos valores degradantes que conciben al ser humano como una simple pieza manipulable, son contradictorios con la educación, que significa ideal de búsqueda, de edificación de la personalidad individual y social, que siempre necesitamos mejorar.

Por eso, al inicio del año escolar, debiéramos recordar con firmeza que la educación es desarrollo de la inteligencia individual y social, un mecanismo para auspiciar un cambio benéfico, una forma de buscar la verdad y de construir diariamente un mejor futuro. La educación es tolerancia y convivencia humana digna y profunda. Eso es lo que los educadores debiésemos dar a conocer a nuestros estudiantes.


Prof. Luis A. Riveros

europapress