¿Qué hacemos mientras tanto? - Capítulo 2: Se sumó el Coronavirus

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Harald Ruckle

El día 8 de noviembre, en pleno auge de la crisis política y callejera en Chile, se publicó en este medio el primer capítulo de “qué hacer mientras tanto”, dirigido a los empresarios. Se apelaba a utilizar la situación amenazadora para efectuar cambios en nuestro comportamiento empresarial. Se expusieron iniciativas de bajo costo monetario, y con impactos positivos para la sustentabilidad de largo plazo y lograr una mayor cohesión organizacional a corto plazo.


A continuación algunas de las ideas mencionadas, plenamente vigentes. Mejorar el trato a los empleados. Para empezar, eliminar las diferencias como “nos llamamos” entre los distintos estratos de la compañía. Se postulaba de que no hay lógica que nos digan “Don José” y “Usted” y nosotros les digamos a nuestros colaboradores “tu” y “Juanito”. Dar un paso en nuestro entorno directo hacia eliminar al feo clasismo que sin duda ha estado subyacente al descontento social; y a la vez estimular una mayor franqueza dentro de la empresa. Nos hacíamos preguntas. ¿Cómo están los baños para su personal? ¿Reconocemos el trabajo bien hecho y damos las gracias? ¿Los mandos medios confunden liderazgo con “ninguneo”? ¿Estamos conscientes y apoyamos el aspirado desarrollo profesional, o solo hablamos de lealtad?


¿Podemos volver a transformar la aparición del “segundo” virus en otra oportunidad para fortalecer a nuestras empresas? Sin duda, y evidentemente. A diferencia de la crisis interna, el “covid-19” no tiene supuestos culpables nacionales, de un lado u otro. Es global, e importado. Es cierto, cada cohabitante se convierte en un posible transmisor que me puede enfermar; como también habrá consecuencias económicas por la disrupción de las cadenas logísticas. Lo destacable del nuevo fenómeno es la ausencia de la odiosa polarización. Permite buscar soluciones, juntos y unidos. Y los chilenos han comprobado una y otra vez, que su mejor faceta emerge con los desastres naturales como terremotos, aluviones y, esta vez, una potencial pandemia. Reaparecen la generosidad y solidaridad.


Para los empresarios, hay una obligación con la seguridad de su personal. Podemos ir más allá. El trabajo remoto en las casas, una medida obvia, es solo la punta del iceberg. Esta situación es un tremendo incentivo para avanzar con mayor velocidad en la digitalización de todos nuestros procesos. Entre los integrantes de la empresa, y con los clientes y los proveedores. La disposición de todos a interactuar online aumenta. Cuando hay, de verdad, una necesidad de reunirse, siempre existe Skype. O, por último, definir la hora en un horario que evite el desplazamiento en el transporte público repleto con pasajeros. Introducir una máxima flexibilidad de horario. En caso que hubiese un aumento de licencias médicas, procurar que los pagos correspondientes lleguen rápido, y sin tener que ir a ninguna oficina, a los bolsillos de la gente. Estar permanentemente comunicados, vía whatsapp, con todos los colaboradores para informar de los planes de contingencia y las acciones de protección del personal, y de los clientes. Recibir sus inquietudes y aportes.


Enfocarnos en lo esencial, quitando el “relleno”. Observaremos como se nos sube la productividad. Hay espacio para innovaciones. Los emprendedores del país pueden destacarse con nuevos servicios. ¿Un servicio de enfermería a domicilio o a las compañías? ¿De tratamiento de limpieza especializado para  las instalaciones corporativas e industriales? ¿Negocios de pop-up en la calle y los malls? ¿Nuevos entrantes tipo cornershop? Diseñar nuevos productos higiénicos y farmacéuticos que combaten el virus.


Para los sindicatos hay una oportunidad de aumentar la lealtad y legitimización por parte de sus socios, trabajando codo-a-codo con las empresas en la resolución de las preocupaciones de los trabajadores.


Los establecimientos educativos: Aprovechar la circunstancia para tomarse en serio el e-learning y las plataformas electrónicas de docencia, interacción y evaluación.


Finalmente las autoridades. Eliminar, reducir y automatizar los múltiples trámites engorrosos que todavía persisten. Los legisladores sacando “leyes cortas” que ayudan en forma práctica la vida de los ciudadanos.


Las adversidades siempre han sido una fuente de inspiración para cambios buenos. Como decía Churchill: “Never let a good crisis go to waste”. No desaproveches nunca una buena crisis.



Harald Ruckle, Chartered Director del Institute of Directors UK

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