Un paso fundamental

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Luis Riveros (columnista)

Durante años hemos fallado en la educación que se otorga a las nuevas generaciones de chilenos. No sólo por sus formalidades contextuales, limitadas por los enfoques de contenidos y una faltante formación de buenos profesores. Hemos fallado en otorgar a nuestros niños y jóvenes la formación ciudadana mínima que requiere la convivencia normal en sociedad. Principios como la tolerancia frente a ideas distintas, respeto por la institucionalidad que fundamenta la vida en democracia, y la mínima solidaridad humana que requiere la convivencia en sociedad, están ausentes o adquieren mínima expresión entre nuestros jóvenes. Falla fundamental de nuestro profesorado y las familias, quienes parecen enseñar muy bien acerca de derechos, pero poco o nada acerca de deberes fundamentales para la convivencia en sociedad. ¿Será por eso que los jóvenes ciclistas no respetan la luz roja de un semáforo o que otros jóvenes no cedan su asiento a personas de edad mayor? ¿Será por eso que a los jóvenes que protestan les da lo mismo mostrar la irreverencia más patética frente a nuestra historia, nuestros héroes y las instituciones que contribuyeron a forjar el país? Hay miles de ejemplos que permiten destacar que la llamada “formación ciudadana” no ha sido otra cosa que un artilugio político para enfrentar la crítica que en este terreno se ha venido efectuando a lo largo de los últimos 30 o 40 años. Nunca se entendió que este tipo de formación se otorga transversalmente en asignaturas y actividades formativas; no es necesariamente uno o dos cursos que pasan a ser de segundo nivel para jóvenes que buscan saberes más propicios a su desenvolvimiento profesional futuro, lo cual no se encuentra en la formación en torno al “nosotros” sino solamente en la de cada individualidad. Y eso requiere un nuevo énfasis en la formación de maestros, cosa que nunca se acometió en medio de una deslucida carrera pedagógica y sistema de formación universitaria. Los profesores, en realidad, dan un ejemplo notoriamente deficiente, con las debidas excepciones, de un comportamiento que los convierta en ejemplos a seguir para una juventud desorientada y carente, además, de un hogar formador en los valores necesarios para la vida social.

Todo eso ha sido una oportunidad perdida. Recuperarla costaría décadas de esfuerzo sostenido; un proyecto que verdaderamente no entusiasma a ningún político, encerrado en su acotada visión temporal dominante en la adopción de sus decisiones. La manifestación más dura de la inexistente formación ciudadana es la prevaleciente falta de respeto al derecho de los demás. Por esa razón, jóvenes que protestan frente a la aplicación de la PSU les da exactamente lo mismo perjudicar gravemente el derecho que tienen otros a rendirla y a elegir su propio destino en los estudios superiores. Éste es ejemplo claro de que el derecho a la protesta es ilegítimo cuando perjudica el derecho que tienen otros. Es lo mismo cuando una protesta callejera obstaculiza el derecho a transitar con seguridad de muchos otros ciudadanos. No hemos aprendido lo básico sobre normas de convivencia, y por eso ha decaído el estado de derecho a niveles sencillamente increíbles, en que las autoridades se lamentan sobre distintas circunstancias, pero no son proactivos en cuanto a mejorar la situación. La verdad de las cosas, es que en este estado de verdadera inmadurez social y atropello a los derechos de cada uno, es poco probable que sea el ambiente apropiado para discutir una nueva Constitución, un nuevo pacto social para enmarcar el futuro de la sociedad chilena. Garantizar el respeto a la diversidad de ideas, y al no atropello al derecho de cada uno para tomar sus propias opciones, será fundamental para que se aborde seriamente un paso tan importante para la república. Y en ese pacto social, el derecho a buena educación debería pasar a ser un elemento fundante de una fuerte institucionalidad para el futuro de Chile.


Prof. Luis A. Riveros

europapress