Por qué le ha ido bien a Chile

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Enrique Goldfarb (columnista)


Sin duda nuestro país descolló en la competencia económica de Latinoamérica durante el último tercio del siglo pasado y comienzos de éste. E incluso en el concierto mundial Y por supuesto que todavía puede andar más rápido, entre los mejores.

Y lo hizo aplicando las recetas de la mejor teoría económica, de la mano de la mejor receta filosófica y sociológica, cual es el liberalismo. Lo que se llama neoliberalismo es la conjunción de las anteriores.

En resumen, partiendo de una economía y sociedad destrozada, después del paso del "mejor" presidente que ha tenido Chile- según la izquierda- se recompusieron las variables claves en la forma como debían ser: tipo de cambio único y determinado por el mercado, presupuesto equilibrado, privatización de las empresas productivas ( todas las empresas del país) en manos del Estado, Estado subsidiario que le devolvía al sector privado el rol productivo en el esfuerzo productivo nacional, y sobre todo preeminencia del mercado para determinar los precios de la economía. En suma, libertad para el aprovechamiento del talento y creatividad humana.

Y lo más importante, se hizo todo al instante, la política de “shock”, lo contrario no sólo a no hacer nada sino también a un posible gradualismo que le hubiera tomado al país una eternidad para salir del hoyo en que estaba, como lo demostró patéticamente Macri en Argentina .

Por supuesto el costo social, denunciado por toda la oposición, fue importante, aunque con los nulos recursos con que se contaba en ese entonces, se tendió una red social al menos mínima, principalmente en la forma de un trabajo garantizado por el Estado.

Con mano firme se fue desechando que el Estado se involucrara en las cosas que no le correspondía y que el sector privado podía hacer mejor, haciendo que fuera el propio progreso económico el que proveyera el bienestar de las personas, y no la falsa ilusión -falsa pensando que era a cero costo y que podía durar para siempre- de la redistribución de ingresos.

Ahora, a esa forma tajante de hacer las cosas, no se las llama- se las moteja- de neoliberalismo.

Sin embargo todo el fruto del desarrollo, el paso de un país en ruinas- no mejor que la Venezuela de hoy- a las puertas del desarrollo, se la debemos al neoliberalismo, a no haber transado nunca a los convencionalismos de que el Estado podría hacerlo mejor.

Ahora se habla que hay varios liberalismos, algunos más suaves que otros. La pretendida suavidad va de la mano con la redistribución de ingresos, y- lamentablemente- con la idea de la empresa estatal, personificada en la actualidad con el “ente” del 4% de cotización adicional.

En realidad no se trata de que haya distintos liberalismos sino distintas épocas y mayores o menores recursos disponibles para las bondades sociales. También perdura la regla que, con toda probabilidad, mientras más nos alejemos de la sana doctrina, tendremos como resultado un peor desempeño económico, que a la postre, será también un peor desempeño social, como lo mostró fehacientemente el segundo gobierno de Bachelet.


Enrique Goldfarb

europapress