En senda foto, aparecen estrechándose las manos efusivamente, Jaime Quintana (PPD) e Iván Flores (DC). Lo anterior no tendría nada de malo, si no fuera por dos cosas : 1.- el motivo: coordinar la agenda progresista y opositora al gobierno y coordinar el debate (aportillar seguramente) de las reformas tributaria y previsional. Y 2.- los cargos. Quintana es nada menos que el presidente del Senado e Iván Flores, la cabeza de la Cámara de Diputados, después de la encerrona que le hicieron a Gabriel Silber, quien, después de algunas movidas de Flores, no me cabe duda que habría sido una mucho mejor opción.
Esto es una mala señal, representativa de que la República de Chile está perdiendo la primera de las calidades de este título: la política ha perdido junto a su republicanismo, la vergüenza. Me recuerda a Allende, cuando sin el más mínimo enfado, declaró que él no era presidente de todos los chilenos. Aquí, al parecer, Quintana se cree que es el presidente de todos sus partidarios y nada más, Peor aún, cree que es el dueño del Senado. Otro tanto vale para Flores. Porque el presidente de estas corporaciones es el presidente de todos sus miembros, y debe respetar el derecho de cada uno. Asimismo, deja atrás muchos políticos que sirvieron el cargo con la dignidad que se merece. Mi amigo Adolfo Zaldívar, por ejemplo, siendo el rebelde que era, sirvió con ecuanimidad y esmero el cargo de presidente del Senado, respetando tanto a las derechas como a las izquierdas. No me recuerdo que alguna vez haya sucedido algo parecido al caso en comento, y nada menos que abarcando tanto el Senado como la Cámara.
Esto, además, revela un ideologismo extremo que les impide aceptar los beneficios que le traería al país la reforma tributaria, salvando el escollo que existe hoy a la inversión, y la reforma previsional.
De esta última, los termocéfalos de izquierda, como es el caso del diputado Hirsch, ya vociferan, urbi et orbi, que no aceptarán nada menos que volver al fallido esquema de reparto, uno de los elementos que ayudaría a convertir la prosperidad del país en pobreza extrema.
La libertad, que tanto ha costado conseguir, no es un regalo. Hay que ganársela en cada momento. Y merecerla. Y estos intentos van claramente en sentido contrario a la libertad.
Enrique Goldfarb