​Chao Carbón

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Sara Larrain R

La semana pasada se instaló una campaña nacional para pedirle al Presidente Piñera limpiar la matriz eléctrica del país, cuya generación actual depende en un 40% de la quema de carbón. La iniciativa impulsada por organizaciones ciudadanas -locales y nacionales-, parlamentarios y actores del sector de la cultura, demandan el cierre de las termoeléctricas a carbón en las “zonas de sacrificio”, es decir, aquellas comunas donde las emisiones atmosféricas del sector industrial superan las normas, por lo cual han debido ser declaradas latentes o saturadas de contaminantes y sometidas a planes de prevención y descontaminación. Durante los últimos meses con la emergencia ambiental y sanitaria ocurrida en Quintero y Puchuncaví con más de 1.500 intoxicados, se han hecho evidentes los impactos ambientales y sociales de la contaminación que sufren desde hace años las cinco comunas, donde se concentra la operación de las 28 centrales a carbón en nuestro país; Mejillones con 8 unidades termoeléctricas, Tocopilla con 7, Huasco con 5, Quintero-Puchuncaví con 4 y Coronel con 3. Para poner fin a esta situación, la demanda de la campaña ciudadana al gobierno reza “Señor Presidente, por favor cierre las termoeléctricas a carbón en la zonas de sacrificio, nuestros compatriotas están muriendo. Chao Carbón”. Esta respetuosa solicitud, fue amplificada por voceros del mundo cultural; repetida por senadores y diputados de las zonas de sacrificio y por parlamentarios de las comisiones de salud, energía y medioambiente del Senado y de la Cámara.

En el contexto de esta campaña, el mismo Presidente Piñera en un canal de televisión, dijo textualmente que las termoeléctricas a carbón “todavía son demasiadas, usan un combustible muy sucio y contaminan más de la cuenta”, pero no comprometió ninguna acción para acelerar la descarbonización, ni comprometió una transición energética hacia las energías limpias. Sino que se escudó en que existe una norma de emisión para termoeléctricas y que las emisiones están bajando; además agrego que no es posible prescindir de las carboneras que entregan respaldo al sistema eléctrico y se encienden con rapidez. Lo que no dijo el Presidente es que dicha norma de emisión no se formuló durante su gobierno (sino en el de su antecesora) y que su gobierno relajó el estándar, resultando una norma laxa, que duplica los parámetros recomendados por la Organización Mundial de la Salud, y que además, la norma permite mayores emisiones a las centrales más antiguas. El Presidente justificó el uso de centrales a carbón porque se encienden rápidamente para apoyar el sistema eléctrico, lo cual no es efectivo, pues su encendido es muy lento y por tanto no tienen la flexibilidad del agua, el gas o las baterías como respaldo del sistema. Finalmente el Presidente señaló que las carboneras van a ir desapareciendo cuando se vaya cumpliendo su vida útil. Pero en la ley chilena no hay definición de vida útil o plazos de cierre para las centrales termoeléctricas, por esto es que Tocopilla debe soportar 4 vetustas termoeléctricas que tienen 58 años; Quintero-Puchuncaví debe soportar Ventanas 1 y Ventanas 2 con 54 y 41 años de operación respectivamente y Coronel sufre la operación de la obsoleta Bocamina 1 que opera ya por 48 años, habiendo recuperado varias décadas atrás sus retornos de inversión. ¿Será que el Presidente va a aprobar una norma para determinar la vida útil de la infraestructura energética, entre ellas las carboneras? ¿Dejará la decisión a los agentes del mercado eléctrico que más bien pretenden perpetuar la generación a carbón hasta el año 2040 o 2050? No es coherente. ¿Qué sentido tiene prometer transporte eléctrico, buses eléctricos si la electricidad para dichos vehículos proviene de centrales a carbón?

El derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación no puede esperar. Nuestros compatriotas de Tocopilla, Mejillones, Huasco, Quintero, Puchuncaví y Coronel, están sufriendo más enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incluso cáncer debido a los contaminantes atmosféricos de las termoeléctricas. Entre ellos afecciones respiratorias, reducción de la función pulmonar, asma obstrucción pulmonar crónica, e incluso cáncer de pulmón. Las poblaciones expuestas a combustión industrial de carbón también presentan mayor ocurrencia de arritmias, infartos e insuficiencias cardíacas en adultos y menor desarrollo y menor cociente intelectual en los recién nacidos en zonas expuestas a la operación de centrales termoeléctricas. No queremos ser cómplices de que se siga sometiendo a parte de nuestros compatriotas a estos riesgos. No aceptamos que nuestros compatriotas vivan en zonas de sacrificio. El riesgo de nuevas emergencias como la ocurrida en Quintero y Puchuncaví por varios peaks de contaminación en zonas ya saturadas de contaminantes no es aceptable y constituye una vulneración del derecho a la vida. Chile puede cerrar las 7 termoeléctricas más obsoletas ahora y planificar un cronograma de cierre de las 20 restantes entre 2020 y 2030, pues el país hoy tiene el doble de la capacidad instalada de generación (oferta) de lo que requiere la demanda; y las inversiones en energías limpias superan los 5 mil megawatts de capacidad de las 28 carboneras. Cerrar o reconvertir todas las carboneras al 2030, además de proteger la salud de las poblaciones locales y cumplir los planes de descontaminación, nos permitiría cumplir los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (CO2) que comprometió Chile en el Acuerdo de Paris. Es decir, ganamos todos. ¡Señor Presidente, por favor cierre las termoeléctricas a carbón en las zonas de sacrificio!


Sara Larraín

Chile Sustentable

europapress