​¿Quo vadis Argentina?

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Javier Scavia dal p

El último discurso del presidente argentino Mauricio Macri no pudo haber sido más desesperanzador, en su diagnóstico, de lo que ha ocurrido históricamente con nuestro vecino país. Dos ingredientes, sumamente peligrosos cada uno por sí mismo, han sido, según Macri, los responsables de la actual crisis: corrupción y sobreendeudamiento.

La corrupción, tal como la conocemos en Chile, son hechos que habitualmente percibimos como aislados y cuyos responsables esperamos paguen por sus errores. Si bien la corrupción nos sorprende aún, afortunadamente, no estamos en condiciones de asegurar de que “el culpable es el sistema”. La corrupción argentina, no sólo ahora sino desde hace mucho tiempo, parece ser un vicio sistémico, incrustado y diseminado de tal forma que las responsabilidades se difuminan. Empezar con un caso de corrupción en Argentina es esperar que un sinnúmero de personajes salgan a la palestra, con la genuina preocupación de que sólo se está raspando la punta de un gigantesco iceberg. Peor aún, cuando en la prensa trasandina se hace tan común los nuevos casos de corrupción y sus intrincados vericuetos para llegar a la verdad, da la sensación de una población que poco a poco ya deja de sorprenderle el día que no sale un nuevo caso. Como efecto adverso adicional, las autoridades involucradas no sólo pierden autoridad moral para dirigir a un país, sino que también lo hacen como clase política.

El sobreendeudamiento, simplemente gastar más de lo que se gana, es también un síntoma histórico de nuestra nación hermana. En una nación que alguna vez fue tildada de “el granero del mundo”, no es extraño que los beneficios sociales que alguna vez se pudieron dar representen una sobrecarga financiera, y sobre todo política, para las administraciones siguientes. Todos conocemos los beneficios políticos de mantener un subsidio, pero nadie quiere conocer los costos de eliminarlo, más aún cuando algo que pudo haber partido como transitorio la historia le transformó en permanente, para llegar a convertirse, de facto, en un derecho.

Complejo escenario se le plantea a Macri. Medidas urgentes y drásticas para poder negociar con el FMI y una nación llena de descontento. Ahora por tanto Macri no solo lucha contra la adversidad del momento, sino también con un historial de décadas de decisiones populistas, quizás un reflejo de cómo la abundancia puede conducir a la ineficiencia.


Javier Scavia Dal Pozzo

Académico Departamento de Industrias

Universidad Técnica Federico Santa María 

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