​Los costos del proteccionismo de Trump

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Los daños potenciales de una política comercial proteccionista de la administración americana son significativos, pero difíciles de evaluar, y por varios motivos. En primer lugar porque, como en otros temas, la política comercial norteamericana ha sido errática, y no es fácil adivinar sus intenciones ni el curso que seguirán las negociaciones futuras. Además, el impacto directo que tienen las medidas sobre el PIB depende mucho de cómo reaccionen los agentes económicos a unos mayores aranceles (una mezcla variable de mayores precios, reducción de la oferta, sustitución por importaciones alternativas o por producción propia, ruptura de las cadenas globales de producción..., factores que son distintos en cada sector y difíciles de estimar). Por otro lado, una guerra comercial lo suficientemente intensa puede llevar a una disminución de la confianza de los agentes, una reducción de la inversión y un deterioro de las condiciones financieras globales que magnifican los impactos directos.

La breve historia del proteccionismo de Trump ha sido agitada. En el primer año de su mandato, EE UU se centró en la renegociación del NAFTA, de momento congelada. En su segundo año, el presidente americano ha focalizado esfuerzos en medidas y amenazas contra China, que han ido in crescendo (excepto durante un breve volantazo en mayo) hasta llegar a amenazar con extenderlas a todas las importaciones venidas del gigante asiático. Frente a Europa, y tras la aprobación de aranceles globales a las exportaciones de acero y aluminio, EE UU empezó a analizar la subida de aranceles a la importación de automóviles, aunque la iniciativa se ha frenado temporalmente tras el acuerdo entre Trump y Juncker, bendecido con un sonoro beso. Y es que, ambas economías comparten el interés en defender los derechos de propiedad intelectual o la no discriminación de empresas extranjeras frente a China, pero los motivos del proteccionismo Trump van más allá, y no siempre responden a una estricta racionalidad económica.

Nuestras estimaciones apuntan a que una guerra comercial que incluya los aranceles ya aprobados, los planeados para China por 200.000 millones y los proyectados para el sector del automóvil pueden reducir el PIB global en 0,5 puntos por debajo de su tendencia, bajo ciertas condiciones (respuesta equivalente por los países afectados, poca capacidad en EE UU para sustituir la caída de importaciones, efectos indirectos a través de cadenas globales de valor y un cierto efecto negativo en la confianza y en los mercados financieros). No es un impacto despreciable, ni tampoco parece una debacle. De hecho, es similar a un escenario estimado por el FMI en primavera. Pero no cabría descartar que, ante una guerra comercial abierta, los efectos sobre la confianza y los ajustes dinámicos a nivel global a largo plazo se traduzcan en a una caída del PIB mucho mayor. (Elpaís.com)

europapress