​Andrés Aylwin Azócar

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Luis Riveros

Se ha marchado un hombre bueno. Esa parece ser la manera más justa y menos grandilocuente de definir a Andrés Aylwin Azócar, político de vasta trayectoria y hombre del mayor merecimiento por su pleno humanismo. Fue un actor privilegiado de la vida política nacional desde los tempranos años 60 hasta prácticamente los últimos días de su vida. Defensor inclaudicable del pleno respeto de los derechos humanos, mantuvo plena actividad durante los duros años del gobierno militar, a pesar de haber sido también castigado con una relegación. En la Cámara de Diputados fue siempre quien mostró preocupación por los derechos de la ciudadanía, especialmente de los trabajadores y los campesinos, brindando sus ideas para servir a los demás. Como hijo de la educación pública que fue, educado en el Liceo de San Bernardo y en la Universidad de Chile, siempre manifestó su adhesión a la necesidad de impulsar y mejorar el sistema educativo nacional. Muchas veces expresó su opinión en orden a devolver a la U. de Chile el respeto y tratamiento en la política pública dignos de su elevado sitial como institución universitaria. Su labor en defensa de los derechos humanos fue objetiva y decidida sin nunca mezclar en ello las temáticas ideológicas: luchó sin sectarismos de ningún tipo por defender a las personas cuyos derechos estaban siendo vulnerados. Creía que la defensa de los derechos humanos debía prevalecer siempre, sin importar el contexto. Fue un demócrata toda la vida, nunca toleró la exclusión y siempre consideró a todas las personas como iguales, también en el marco de su convicción sobre la necesidad de justicia social y mayor equidad en lo económico. No fue un político tradicional dominado sólo por discursos acerca de sus convicciones, sino que fue un hombre de acción y plenamente consecuente con su ideario humanista y cristiano. Su partida enluta no sólo a su partido político ni a una determinada coalición, sino que al país entero que debe lamentar la pérdida de un hombre tolerante, inteligente, justo y valiente, dueño de una poderosa consecuencia en la defensa de sus ideas y convicciones.


Luis A. Riveros

Universidad de Chile

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