​El ejemplo de Corea

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Jaime Hernandez



Era impensado y hasta delirante el proponer hace menos de seis meses que ambas Coreas, del Norte y del Sur, fueran capaces de estrechar las manos de sus gobernantes, y menos aún el tomar sus manos para juntos pasar de un lado para el otro, como dos niños que juegan. La imagen fue impactante; es un momento histórico y de gran relevancia mundial.

Por un lado nos recuerda que los límites los colocamos las personas, y que basta con un poco de ingenuidad e inocencia para que una realidad hostil se transforme en un paraíso de insospechadas oportunidades.

Por otra parte nos enseña que cuando existe voluntad de diálogo, ello genera y mantiene relaciones que perduran y se fortalecen. Más allá de si existen conveniencias económicas o políticas, el hecho es que lo que creíamos imposible, se realizó.

Así mismo ocurre con nuestros conflictos laborales, y sin ir más allá, el reciente y aún no resuelto conflicto en Latam. Si rigidizamos y/o polarizamos nuestras posturas, muy probablemente los conflictos se transformen en murallas o límites psicológicos, que congelen las relaciones. Nadie dice que no tengamos conflictos; es más, son necesarios; pero en ocasiones se requiere cambiar la creencia acerca del otro. Hablando en jerga psicológica, “los niños no se portan mal, sino que siguen a sus necesidades”. Ello significa que el otro no debe ser considerado un oponente al cual se le deba vencer. El dialogo amistoso y sincero es el único que permite entender las posturas personales y buscar la manera de que ambas partes se vean beneficiadas.

Si en nuestras organizaciones nos permitiéramos conversar más en vez de sólo buscar accionar conductas que nos lleven a resultados, tal vez sería más fácil emular lo que las dos Coreas están haciendo.



Jaime Hernández

Profesor Escuela de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez

Doctor en Psicología del Trabajo, de las Organizaciones y de la Gestión de los Recursos Humanos, Universidad de Complutense, Madrid.

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