​Mario Vargas Llosa en Chile

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Enrique Goldfarb

Lo primero que llama la atención, después de haber disfrutado de algunos de sus magníficos libros, por ejemplo, La Ciudad y los Perros, una geometría literaria que tiende a lo concéntrico, es el viraje desde la izquierda y hacia el liberalismo de este escritor. Y después de escucharlo y leerlo, uno se da cuenta que él está ahora ahí por las mismas razones que uno, que se cree o define como liberal. Y no se trata de un liberal tibio, como no podría serlo quien admira a Friederich von Hayek, un liberal purista y libre mercadista. Recuerda el caso de Roberto Ampuero, hoy canciller, y Mauricio Rojas, cuyos relatos de la era allendista son realmente estremecedores. Ambos en posiciones conspicuas, demuestran que la centro derecha no es vengativa ni revanchista, muy por el contrario de lo que es la izquierda. Si no, piensen cómo sería recibido un derechista que quiera andar con ellos.


La llamada de la tribu


Su transición política, así como las razones que lo llevaron a ello, son relatadas en su último libro, La Llamada de la Tribu, en donde la tribu son las masas adoctrinadas en las religiones laicas, como las llama él, sea el comunismo hoy, o el fascismo en el siglo pasado. Masas sin intelecto, sin espíritu y menos libre albedrío. La idea, por supuesto, es salirse de la tribu y ser uno mismo. Esta capacidad, de ser uno mismo, por lo que piensa en forma crítica, está lejos de ser abundante y llevó al filósofo Friedrich Nietzsche, a definir como superhombre a quien lograba hacerlo.

Las personas atrapadas en una tribu, son sujetos de experimentación de los ingenieros sociales, o constructivistas, como los denomina Hayek, y la idea es que sigan ciegamente al líder. Ese dogmatismo, propio de las religiones, llevó a Vargas Llosa a definir a la ideología de los miembros de las tribus de esta naturaleza, como religiones laicas, de las cuales, la más llamativa y que todavía perdura en algunos países, es el comunismo. Y los políticos que la profesan son los comunistas. Los comunistas -hasta hora nunca he sabido que lo hayan negado- son partidarios de la dictadura (la llaman del proletariado, que es manejada por una pequeña elite, pero que domina las fuerzas de coerción), lo que quiere decir que son partidarios del uso de medios despóticos y violentos con el fin de imponer su línea de pensamiento, usando cualquier excusa como válida. Así, por ejemplo, en la Rusia Soviética, a los detractores, o rebeldes, se los internaba en un manicomio. La razón: es que el comunismo era lo mejor que había en el mundo, y quienes renegaban de él, debían, por consiguiente, estar locos.


La temible ingeniería social


Aquí está claro por qué alguien que tiene el ADN de liberal no puede ser nunca un comunista (o de tendencias afines). Para un liberal, como él mismo cita, es alguien para quien la verdad es aquella que no teme ser refutada. En cambio la ingeniería social, está hecha en base a puros dogmas, guiada por la voluntad o prejuicios de sus creadores. Y como la realidad hace que las promesas o los sueños de sus seguidores caigan al suelo tarde o temprano, requieren imponer la dictadura para alinear al rebaño. O sea, esgrimen una verdad que temer ser refutada. Es esa realidad la que hace que fracasen las economías de izquierda, ya que el mercado ha demostrado ser el único sistema que puede llevar la prosperidad. Un ejemplo de político (en el fondo) liberal, lo da el ex presidente socialista de Francia , François Mitterrand, quien empezó con un gobierno socialista, y al darse cuenta en la mitad que por ahí no iba a ninguna parte, viró hacia la derecha.


Enrique Goldfarb

Economista

europapress